Una preguntica: ¿Desde cuándo los cubanos no comemos “carne de la buena”?



Y cuando digo cubanos me refiero a los de verdad, al cubano de infantería, al hombre humilde y trabajador, a la mujer sacrificada, “luchadora”, madre laboriosa como ninguna y a los compatriotas que nacieron en los años 90s cuando, según la dictadura, “la cosa se puso mala por culpa de los americanos”.
Hablo, en definitiva, de quienes soportan el peso de “las crisis mundiales” sobre sus espaldas y perdieron la esperanza porque la vida se les va más en sobrevivir que en vivir.
Por esos seres cubanos es que protesto y denuncio día tras día los horrores de la revolución de las “tripas”, de la tiranía del socialismo y de la represión más absurda, feroz, silenciosa, escandalosa y cobarde que pueden ejercer un grupúsculo de hombres, secundados por una servidumbre rastrera, contra un pueblo noble y generoso, el más noble, el más generoso y aguantón de la historia.
A otros, a los que tienen “la hemoglobina por las nubes”, y todos sabemos quiénes son, a esos no los incluyo entre los “seres cubanos” porque son la muestra perfecta, la evidencia más contundente, de que las prohibiciones en Cuba no son parejas para todos, definitivamente.
He tratado de encontrar en mi memoria la respuesta a esta “maliciosa” pregunta y por más vueltas que le doy no logro acordarme de la última vez que en Cuba comí “carne legalmente”.
He buscado en Internet y tampoco, he preguntado a muchos amigos y las fechas que me dan son contradictorias, a la cínica, “especialista en el tema cubano”, y me dijo: “Olvídate de eso niño…”, en fin, que no tengo el dato exacto de la última vez que los cubanos, como nación, olimos y oímos freír un “bistec de res”.
La ganadería en Cuba, antes de 1959, era uno de los sectores más prósperos de la economía nacional. De más está decir que el mercado nacional cubría la demanda interna e incluso se exportaban productos y derivados de la producción pecuaria.
Pero llegó el 1 de Enero de 1959 y se perdió el “bistec”. Algunos me dicen que esa fecha le llegó a todos los países del planeta por igual pero yo digo que no, que “eso” es imposible, el 1 de Enero de 1959 es la fecha, la fatídica fecha en que un país entero, con sus seres cubanos incluidos, se quedó estático en el tiempo y, por si fuera poco, empezamos a dar marcha atrás hasta llegar a la repugnante realidad de tener que comer “tripas” como “plato fuerte”.
Y es que el castrismo, y la retahíla de oportunistas, tramposos y cobardes que lo secundaron, se dedicó a destrozar, uno a uno o todos a la vez, lo que habíamos avanzado en el orden tecnológico, económico, cívico y social.
A veces siento miedo que olvidemos nuestra “historia revolucionaria” y todas esas miserias se pierdan y prevalezca entonces la inmunda mentira de los “logros de la revolución del picadillo”.
De ahí que repita tanto que lo del castrismo en Cuba es una dictadura involutiva, de que el socialismo no es ni siquiera una teoría de respeto y que el castro-comunismo es la mayor desgracia que nos ha tocado “oler y tragar” a los cubanos.
Pero, bien, entre muchos “dones” que creía poseer fidel castro estaba el de “genetista ilustre de la patria”, y sin que nadie le pusiera los pies en la tierra, o le propiciara un buen tapabocas, el muy mediocre dio riendas sueltas a su “imaginación” y se puso a experimentar cruzamientos para lograr la vaquita perfecta, el torito militante y el pionerito, perdón, el ternerito obediente.
Resultado: En muy pocos años destruyó la masa ganadera que había confiscado en nombre del proletariado y a ese mismo proletariado, ante tal “vacunicidio” de proporciones apocalípticas, le dijo que quedaba terminante prohibido comer carne de res o iríamos a la cárcel o al paredón de fusilamiento.
Dicen que el muy hijo de puta tenía su vaquería personal y le llevaban su leche fresca todas las mañanas… ¡De madre!
Con tantas prohibiciones, limitaciones y racionamientos, el castrismo, sin quererlo, nos convirtió en el pueblo más idólatra de la historia pues nos hizo adorar, pero sin tocar, se mira y no se toca, a la usanza de los “altares” del socialismo, a la santa carne de res, al divino camarón, a la virgen de la langosta, a la bendita leche para los niños, al santo patrón de los quesos, al dios de los buenos filetes de pescado y a muchas otras “deidades” que ahora no me “acuerdo”.
En resumen, los cubanos somos un pueblo sub-alimentado y hambriento, por eso somos un pueblo enfermo física y espiritualmente, así de triste…
Ricardo Santiago.



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